Universitat Rovira i Virgili
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Resumen. Este artículo se centra en la migración hondureña mediante un marco teórico que integra la teoría histórico-estructural, la teoría del sistema-mundo y la teoría de redes migratorias. Se analiza cómo las disparidades económicas, políticas y sociales, exacerbadas por el capitalismo global, fomentan la migración como estrategia de supervivencia. Se adopta una metodología longitudinal. Desde una perspectiva descriptiva y explicativa, se describen estudios previos sobre la migración hondureña y se exploran los factores socioeconómicos, culturales y políticos que han influido en estas transformaciones. Se destaca la importancia de las redes migratorias como mecanismos de soporte social y emocional, facilitando la inserción laboral y social de los migrantes en los países de destino.
Palabras clave: Migración; Honduras; desigualdad; trabajo; mujeres.
THEORETICAL ANALYSIS OF HONDURAN MIGRATION FROM THE PERSPECTIVE OF STRUCTURALIST THEORY, WORLD-SYSTEM THEORY, AND NETWORK THEORY
Abstract. This article explores Honduran migration through a theoretical lens that combines historical-structural theory, world-systems theory, and migratory network theory. It considers how economic, political, and social inequalities—deepened by global capitalism—drive migration as a means of survival. Employing a longitudinal approach, the study takes a descriptive and explanatory stance to review existing literature on Honduran migration and to examine the socioeconomic, cultural, and political factors shaping these patterns. Special attention is given to the role of migration networks, which serve as vital sources of social and emotional support, helping migrants navigate both labor markets and social integration in their destination countries.
Keywords: Migration; Honduras; inequality; labour; women.
Las migraciones han sido históricamente una respuesta a las desigualdades económicas, políticas, sociales y a los conflictos ambientales. Por tanto, el marco teórico de este trabajo se fundamenta en la confluencia de las perspectivas histórico-estructurales de la migración, el análisis del sistema-mundo y la teoría de redes migratorias, elementos indispensables para comprender las transformaciones de las redes de apoyo social de los migrantes hondureños hacia el exterior. El objetivo central consiste en evaluar dichos cambios e identificar los factores socioeconómicos, políticos y culturales que han impactado en la forma en que estos colectivos se organizan y se respaldan mutuamente en su lugar de destino, ofreciendo así unas consideraciones teóricas que respondan a nuestros objetivos e hipótesis de investigación.
En primer lugar, el enfoque histórico-estructural proporciona una perspectiva sobre cómo los factores de orden global, en particular la desigualdad, la dependencia y las dinámicas asimétricas entre países centrales y periféricos, determinan en gran medida las razones por las cuales las familias optan por la migración como una estrategia de búsqueda de mejores oportunidades. De acuerdo con Gómez Walteros (2010), la complejidad de la migración y la imposibilidad de reducirla a una sola causa exigen enfoques interdisciplinares que incluyan elementos económicos, sociales y culturales. En el contexto actual, la teoría histórico-estructural, tal como la plantea Micolta León (2005), enfatiza la existencia de factores estructurales de carácter económico, político y social que inciden en la decisión de migrar desde países con altos índices de precariedad, violencia y falta de oportunidades. Las realidades de Honduras, caracterizadas por la desigualdad y por la necesidad de supervivencia, calzan en la perspectiva histórico-estructural. Estas condiciones adversas originan flujos migratorios con la finalidad de obtener mejores condiciones de vida (Micolta León, 2005).
La teoría del sistema-mundo es el segundo pilar fundamental de nuestro marco teórico. Wallerstein (2007) describe la economía-mundo capitalista como un sistema histórico que, en los últimos quinientos años, ha orientado de manera crucial la producción, el intercambio y la distribución de recursos en el planeta. Esta teoría argumenta que el capitalismo se sostiene gracias a la búsqueda incesante de acumulación de capital, promoviendo desigualdades estructurales entre regiones que se ven situadas en posiciones centrales, semiperiféricas o periféricas. En la misma línea, Grosfoguel (2006) destaca la necesidad de cuestionar la universalidad de los valores liberales y el eurocentrismo, al considerar que las dinámicas migratorias responden a procesos de explotación y dominación histórica, pero también a la urgencia de reconocer la diversidad de experiencias y epistemologías que emergen de los grupos migrantes. Para nuestro estudio, estas premisas permiten entender la migración hondureña como parte de un fenómeno más amplio: la inserción de ciertos grupos en posiciones desventajosas dentro de la jerarquía mundial, que a su vez fomentó la migración desde la periferia hacia los centros económicos.
Según esta teoría, las migraciones están profundamente vinculadas a cambios en los mercados mundiales, el proceso de globalización, la creciente interdependencia económica, nuevas formas de producción y transformaciones en el entorno político (Massey et al., 1993). En este contexto, los países del centro “desarrollado” ejercen una dominación sobre los países de la periferia y semiperiferia, perpetuando desigualdades estructurales en el sistema global. De acuerdo con esta teoría, la economía mundial está controlada por países altamente industrializados que se encuentran bajo un modelo capitalista. La imposición de este tipo de economía en los países periféricos genera disrupciones significativas, exacerbadas por la extracción de materias primas y la limitación del traspaso tecnológico hacia dichos países. El objetivo de los países del centro ha sido maximizar las ganancias a expensas de los recursos de la periferia. Por tanto, esta teoría postula que los conflictos económicos y sociales en la periferia impulsan a los trabajadores a migrar, ya que pierden sus medios de vida debido a la expansión del capitalismo.
A su vez, sugiere que los procesos migratorios no solo son consecuencia de la expansión capitalista, sino que están estrechamente vinculados a la creación de dependencias económicas entre los países periféricos y los centrales. Según Immanuel Wallerstein, esta dependencia económica asegura que los países del centro mantengan acceso constante a mano de obra barata y materias primas de la periferia, limitando el desarrollo de estos últimos. Esto se traduce en un ciclo perpetuo de subdesarrollo en la periferia y un continuo crecimiento en los países centrales. Los migrantes de las regiones periféricas, al enfrentar la falta de oportunidades económicas en su país de origen, buscan mejorar sus condiciones de vida en los países del centro, donde las economías más avanzadas ofrecen empleos, aunque mayoritariamente mal remunerados y con escasas oportunidades de progreso social.
Desde la perspectiva de la teoría histórico-estructural y la teoría del sistema-mundo, se pueden analizar las condiciones de partida de los migrantes hondureños y la configuración de los entornos receptores. Brunet Icart y Pizzi (2011), al analizar la relación entre globalización y migración, evidencian una contradicción en los flujos de capital y personas: mientras aumenta la capacidad de libre circulación de bienes y servicios, se restringe la migración laboral, especialmente para sectores de bajos ingresos. Así, los migrantes hondureños se enfrentan a un marco normativo restrictivo y a un contexto de competencia desigual, lo cual implica mayores necesidades de crear y redefinir lazos de solidaridad, soporte emocional y ayuda en la búsqueda de empleo.
En la misma línea, Rahmati y Tularam (2017) destacan la importancia de modelos integrados que incluyan múltiples factores económicos, políticos, demográficos y hasta medioambientales para explicar de manera satisfactoria la migración. Cada una de estas áreas impacta de forma directa en la formación y transformación de las redes de apoyo social. Para el caso específico de la migración hondureña, la relevancia de integrar perspectivas pluridimensionales se refleja en la manera en que los flujos migratorios de hondureños reconstruyen sus vínculos comunitarios en Estados Unidos y España. Dichos vínculos se ven influidos tanto por la precariedad de la infraestructura de servicios en el país de origen como por el rol esencial que cumplen las asociaciones o grupos religiosos en el país de destino, promoviendo fundamentos para su subsistencia.
Según Martínez Veiga (2000), la comprensión de los patrones migratorios contemporáneos requiere la adopción de un enfoque “meso” que se sitúe entre las visiones macro y micro de los procesos migratorios. El plano macro analiza las fuerzas estructurales del sistema capitalista y las influencias globales, mientras que la mirada micro se centra en las decisiones individuales y en las familias. Sin embargo, entender cabalmente la formación de redes de apoyo social demanda la articulación de un punto medio: los grupos y organizaciones intermedias que median la experiencia migratoria. Este “meso-análisis” cobra un gran peso para el estudio de la evolución temporal, puesto que permite detectar cómo los migrantes hondureños se relacionan con comunidades coétnicas, sindicatos o iglesias que facilitan el acceso a recursos o información valiosa.
Las redes migratorias favorecen la circulación de información práctica y la expansión de la solidaridad entre quienes comparten la misma nacionalidad, parentesco o afinidad cultural (García Abad, 2003). Del mismo modo, brindan soporte para buscar empleos, residencia e inserción social, por lo cual operan como un factor clave en el proceso migratorio (García Sánchez, 2017). En el caso hondureño, estas redes no son estáticas, ya que se amplían o se reconfiguran de acuerdo con el periodo histórico, las disposiciones legales y las cambiantes condiciones económicas, tanto en los países de destino como en el país de origen. Desde nuestra perspectiva teórica, ello implica que resulta imposible desvincular el papel de la estructura global y de la agenda política del Estado receptor de la manera en que las redes se transforman (Brunet y Pizzi, 2011). Por otro lado, las redes responden a la necesidad de superar barreras laborales y de regularización que se acentúan bajo el capitalismo global (Wallerstein, 2007). La flexibilidad y constante recreación encajan con la demanda de nuevas identidades transnacionales que se forjan en los lugares de destino (García Aguilar, 2017).
Un elemento fundamental para la explicación de las dinámicas sociales que rodean a la migración hondureña es el reconocimiento de que las condiciones estructurales de violencia, pobreza y desigualdad alimentan el éxodo, mientras que, al mismo tiempo, las experiencias migratorias reconfiguran las formas de organización de apoyo mutuo (Micolta León, 2005). Por tanto, la perspectiva histórico-estructural ilustra cómo las desigualdades del capitalismo global y la posición periférica de Honduras inciden en la decisión de migrar. El sistema-mundo es una lente que sirve para entender las relaciones de poder y la asimetría en la distribución de recursos, reconociendo el peso de la acumulación de capital, la dominación histórica y las tensiones sociopolíticas (Wallerstein, 2007; Grosfoguel, 2006). Un enfoque en redes y “meso-análisis” facilita la identificación de las dinámicas concretas mediante las cuales los migrantes sostienen y transforman sus lazos sociales (Martínez Veiga, 2000; García Abad, 2003), articulando aspectos macro (estructurales) y micro (individuales y familiares).
Esta integración conceptual confiere coherencia analítica al análisis de los factores socioeconómicos, culturales y políticos que afectan la formación y reorganización de las redes de apoyo social en la población hondureña. El marco histórico-estructural ayuda a dar cuenta de las trayectorias de desigualdad que impulsan la salida de los migrantes, mientras que el meso-análisis de las redes explica la forma en que dichos migrantes se adaptan, generan capital social y se benefician de nuevas interacciones en su país de destino. Asimismo, el análisis del sistema-mundo contribuye a dimensionar estas estrategias en una lógica de relaciones internacionales y globalizadas, que constituyen el eje articulador de la migración contemporánea (Brunet y Pizzi, 2011). Por otro lado, la intersección entre factores estructurales y relaciones espontáneas entre migrantes dirige la mirada hacia procesos como la formación de colectivos comunitarios, la participación creciente de mujeres en las redes de cuidado y la influencia que ejerce la cultura política local (Gómez Walteros, 2010; Micolta León, 2005).
La aplicación de teorías histórico-estructurales, la perspectiva del sistema-mundo y las perspectivas de redes posibilita el análisis amplio y profundo de los procesos que dan lugar a la formación, consolidación y transformación de las redes de apoyo social de los migrantes hondureños. Estas redes no solo son un mecanismo de supervivencia, sino también espacios donde se forjan identidades colectivas, se intercambia información crucial para la inserción laboral y social, y se construyen estrategias para hacer frente a las desigualdades derivadas tanto del país de origen como de las estructurales condiciones del destino.
Así pues, la migración hondureña se revela como un fenómeno en el que confluyen la necesidad de salir de un contexto estructuralmente adverso y la búsqueda de soluciones colectivas en el país de acogida, cuya efectividad depende de la articulación entre actores diversos e instituciones de acogida. Este entramado ha de entenderse a la luz de la teoría histórico-estructural, el sistema-mundo y los aportes de la teoría de redes migratorias, cubriendo así la multiplicidad de factores –globales, nacionales, locales e individuales– que intervienen en la reconfiguración de las redes de apoyo social. Conforme a nuestros objetivos de evaluar la evolución de las redes, identificar los factores clave que impulsan su transformación y proponer recomendaciones fundamentadas, resulta central la integración de estos acercamientos teóricos, que no solo explican la migración como un fenómeno estructurado por las desigualdades del capitalismo global, sino que también iluminan la forma en que la propia comunidad migrante diseña y redefine sus estrategias de supervivencia y reproducción social. El trabajo que aquí se presenta, y que forma parte de una investigación más amplia, es una contribución sobre la urgencia que hay de cuestionar los mandatos de género y la dinámica de las desigualdades de género que se observan en las mujeres hondureñas. El texto se estructura de la siguiente manera: en primer lugar, abordamos el marco teórico y la metodología de la investigación. En segundo lugar, se discuten algunos estudios relacionados con la migración hondureña. Finalmente, se presenta una reflexión final.
Este estudio se fundamenta en un análisis de fuentes documentales. Se sitúa en un marco longitudinal, descriptivo y explicativo, empleando un enfoque interpretativo para desentrañar las complejidades inherentes a las redes de apoyo social en un contexto migratorio, lo que facilita una indagación exhaustiva de las experiencias y percepciones de los migrantes hondureños.
El estudio tiene un alcance descriptivo y explicativo. A nivel descriptivo, se documentan los cambios en la composición y estructura de las redes de apoyo social. A nivel explicativo, se analizan los factores socioeconómicos, culturales y políticos que han influido en estas transformaciones, proporcionando una comprensión más profunda de las dinámicas observadas. El plan de acción incluye las siguientes etapas: 1. Revisión de la literatura y desarrollo del marco teórico. 2. Recolección de estudios previos sobre la migración hondureña. 3. Redacción del artículo y conclusiones.
El objetivo central es examinar el flujo de las migraciones de Honduras hacia el exterior, con un enfoque en cómo las teorías estructuralistas, de redes migratorias y del sistema-mundo han sido aplicadas para explicar este fenómeno migratorio. La pregunta que guía este artículo es la siguiente: ¿De qué manera las teorías estructuralistas, de redes migratorias y del sistema-mundo explican y analizan la dinámica migratoria de los hondureños, y en qué medida estas redes se transforman en respuesta a factores socioeconómicos, culturales y políticos del país de origen y de destino?
La hipótesis de trabajo respecto del fenómeno de análisis es la siguiente: la migración hondureña hacia el exterior es predominantemente impulsada por factores estructurales derivados de la desigualdad económica y social, la violencia y la falta de oportunidades, los cuales son exacerbados por las dinámicas del capitalismo global. Estos factores estructurales, enmarcados dentro de la teoría histórico-estructural, crean un entorno en el que la migración se convierte en una estrategia de supervivencia para los individuos y las familias, quienes buscan mejorar sus condiciones de vida en países con economías más avanzadas.
Las dinámicas migratorias hondureñas forman parte de un proceso histórico-estructural condicionado por la globalización, la desigualdad socioeconómica y la búsqueda de estrategias de supervivencia ante la violencia y la falta de oportunidades. Estas condiciones hacen necesaria, para el análisis de la migración hondureña hacia el exterior, la incorporación del enfoque de las redes de apoyo social, atendiendo a las transformaciones de su composición y estructura, así como a los factores socioeconómicos, culturales y políticos que intervienen en estos cambios. Siguiendo las aportaciones de Massey (1999), Castells (1999), García Abad (2001 y 2003), Domingo Pérez y Viruela Martínez (2001), Lacomba Vázquez (2002), Arango (2003), Ribas Mateo (2004), Pedone (2010), Alanís Enciso (2020), Oso et al. (2023) y D’Aubeterre Buznego (2002), se delinean los elementos fundamentales de la teoría de redes migratorias y su pertinencia para explicar la evolución de los lazos comunitarios y familiares en la experiencia migratoria hondureña.
Las redes migratorias se definen como conjuntos de relaciones interpersonales que vinculan a los inmigrantes, a emigrantes retornados o a candidatos a la emigración con parientes, amigos o compatriotas, ya sea en el país de origen o en el de destino (Massey, 1999. Según García Sánchez (2017), el concepto de red no fue creado originalmente para explicar la migración, pero se ha convertido en un instrumento clave utilizado por los migrantes, intensificando los flujos migratorios. En esta misma línea, García Abad (2003) señala que las redes migratorias actúan como estructuras transversales que vinculan espacios de origen y destino, influyendo en la toma de decisiones individuales y colectivas de emigrar, así como en la dirección de los flujos. Al proporcionar información confiable, recursos materiales y apoyo social, las redes reducen los costos y riesgos percibidos de la migración, incrementando así su probabilidad. Además, orientan los flujos hacia destinos específicos donde la presencia de conexiones previas asegura una inserción socioeconómica más estable. Este doble rol —facilitador y direccional— evidencia cómo las redes no solo dinamizan los movimientos, sino que también los moldean estructuralmente, reforzando patrones espaciales y generando flujos migratorios autosostenidos. En este sentido, Arango (2003) sostiene que las redes son el principal mecanismo que hace de la migración un fenómeno que se perpetúa a sí mismo. Además, Arango (2003) asocia el concepto de redes a la teoría del capital social de Coleman, al igual que Massey (1999), y considera que las redes facilitan la migración al reducir los costos y la incertidumbre que enfrentan los migrantes. Las redes migratorias pueden entenderse como una forma de capital social, ya que las relaciones sociales permiten acceder a bienes relevantes, como el empleo o mejores salarios. En palabras de Coleman (1990:304), estas relaciones “facilitan la acción”.
Según Castells (1999), la globalización induce una nueva forma de sociedad que transforma los cimientos materiales de la vida, incluyendo el espacio y el tiempo. En este contexto, las redes migratorias pueden entenderse como flujos de personas que se mueven a través de estas redes globales, buscando oportunidades económicas y sociales en diferentes partes del mundo. Siguiendo a Castells (1999), las redes migratorias, por lo tanto, no solo son canales de movimiento físico, sino también de intercambio cultural y de construcción de identidades transnacionales. La planificación reflexiva de la vida se vuelve un desafío para los migrantes, quienes deben negociar su identidad entre múltiples contextos culturales. En la sociedad red, las identidades de resistencia surgen como una respuesta a la dominación global. Los migrantes, a menudo enfrentados a la exclusión social y económica, pueden formar comunidades de resistencia que desafían las estructuras de poder establecidas. Estas comunidades pueden utilizar las redes migratorias para fortalecer su identidad y buscar autonomía frente a las imposiciones del orden global. Por tanto, las redes migratorias son, por un lado, un producto y, por otro, un agente de cambio en la sociedad red, facilitando el movimiento de personas y la transformación de identidades en un mundo interconectado.
La perspectiva histórico-estructural subraya que las migraciones contemporáneas no pueden analizarse de forma separada de los procesos más amplios de globalización, marcados por la liberalización económica y la expansión de mercados que generan desigualdades (Lacomba Vázquez, 2002). Esta visión plantea que la búsqueda de mejores condiciones de vida y seguridad impulsa a amplios sectores de la población mundial a desplazarse hacia regiones en las que las oportunidades laborales o de bienestar son mayores. En el caso de los migrantes hondureños, la irrupción de la violencia y la precariedad socioeconómica, combinadas con el influjo de sistemas globales de producción y del capitalismo transnacional, contribuyen de manera decisiva a la decisión de migrar.
Siguiendo a Lacomba Vázquez (2002), el contexto de la globalización impacta asimismo sobre la forma en que se configuran los flujos migratorios: no solo se intensifican, sino que se diversifican en términos de sus rutas, de la forma en que se organizan y del papel que desempeñan las tecnologías de la comunicación en la articulación de contactos transnacionales. Este trasfondo ayuda a enmarcar la investigación sobre las transformaciones en las redes de apoyo social, pues dichas redes se ven afectadas por condiciones estructurales, como las crisis económicas periódicas y los cambios en las políticas migratorias de los países receptores, que inciden en la composición y estrategia de supervivencia de los migrantes hondureños.
La teoría de las redes migratorias resulta esencial para comprender la experiencia de los migrantes hondureños, ya que permite estudiar los mecanismos que utilizan para sostenerse social y emocionalmente en el lugar de destino. En la línea planteada por Alanís Enciso (2020), los vínculos familiares, de amistad y comunitarios constituyen soportes primarios capaces de reducir riesgos y costos asociados con el proceso migratorio. Para este investigador, las redes reducen la incertidumbre al proveer información, contactos laborales y alojamiento, reforzando los canales interpersonales que facilitan la llegada y asentamiento de los migrantes, incluso en fases iniciales de la migración, en las que los movimientos pueden parecer aislados o “embrionarios”. De hecho, las redes ejercen una influencia considerable en las decisiones de emigrar, tanto a nivel individual como familiar, lo que incrementa significativamente los flujos migratorios (García Abad, 2003).
Por su parte, Pedone (2010) introduce la noción de cadenas y redes migratorias para demostrar que no solo se trata de relaciones de solidaridad, sino que también entran en juego asimetrías de poder y distintos grados de reciprocidad. Desde esta perspectiva, es fundamental no idealizar los vínculos como si fuesen únicamente cooperativos, sino reconocer la presencia de tensiones derivadas de diferencias de género, estatus migratorio, brechas generacionales y factores socioeconómicos. Para esta investigación, la propuesta de analizar las redes en su dimensión diacrónica y temporal (Pedone, 2010) es especialmente provechosa, pues habilita examinar la trayectoria de los migrantes hondureños desde su fecha de salida del país de origen hasta su inserción en el país de destino, identificando cómo la configuración de las redes se reconfigura a lo largo del tiempo.
Dentro de la dinámica migratoria, autores como D’Aubeterre Buznego (2002) subrayan la necesidad de incorporar la perspectiva de género para comprender la transformación de las redes de apoyo social. El trabajo de esta autora enfatiza cómo los lazos familiares y de parentesco no se diluyen en el plano transnacional, sino que, en muchos casos, se fortalecen y se rearticulan en torno a la participación de las mujeres. Así, el parentesco se convierte en un recurso que legitima y naturaliza la movilidad femenina, al tiempo que puede encubrir o reproducir relaciones de dominación estructuradas por concepciones tradicionales de género.
Este enfoque resulta de gran relevancia para la presente investigación, pues, al estudiar la evolución de los vínculos de apoyo social entre los migrantes hondureños, se busca identificar cómo se configuran los roles femeninos en el lugar de destino y hasta qué punto las mujeres asumen posiciones centrales como proveedoras de redes y soporte comunitario. Siguiendo a D’Aubeterre Buznego (2002), es posible que, en el caso hondureño, la incorporación de las mujeres en el proceso migratorio conlleve cambios generacionales y desafíos a las prácticas y expectativas de género previamente arraigadas. Examinar estas transformaciones ayuda a determinar de qué manera el parentesco y las ideas culturales sobre el rol femenino se entrelazan con las nuevas dinámicas de interacción en el país receptor. De manera que las redes migratorias no solo facilitan el flujo de personas, sino también la transmisión de capital social y económico entre las comunidades de origen y destino. En esta dinámica, las redes permiten que los nuevos migrantes se beneficien del conocimiento y los recursos adquiridos por migrantes anteriores, lo que reduce los riesgos asociados al proceso migratorio. En muchos casos, estas redes incluyen no solo familiares y amigos, sino también organizaciones comunitarias y religiosas que apoyan a los migrantes en su adaptación al nuevo entorno.
Con palabras de Levitt y Glick Schiller (2004), las mujeres migrantes asumen roles familiares y comunitarios distintos a los de los hombres, pues sufren diferentes formas de explotación laboral y violencia de género en el tránsito y en el país de destino. La feminización de las migraciones ha transformado no solo las dinámicas laborales, sino también las estructuras familiares y comunitarias. A medida que más mujeres se incorporan a los flujos migratorios, asumen roles tanto de cuidadoras como de proveedoras, desafiando los esquemas tradicionales de género, tanto en su tránsito como en su inserción en los mercados laborales de los países receptores. La feminización de la migración pone de relieve cómo los cambios de la economía global afectan de manera diferenciada a hombres y mujeres, lo que exige un análisis específico sobre las vulnerabilidades y oportunidades a las que ellas se enfrentan.
Por otro lado, las redes de apoyo que las mujeres migrantes construyen, tanto dentro de sus comunidades como a nivel transnacional, son fundamentales para entender este fenómeno. Estos lazos no solo facilitan el proceso migratorio, sino que también ayudan a mitigar algunos de los riesgos asociados con la migración, como la explotación laboral o la exclusión social. Estudios recientes, como los de Ribas Mateo y Cabezón Fernández (2021), también sugieren que la globalización y la creciente interconexión tecnológica han generado nuevas formas de organización y apoyo entre los migrantes, desafiando enfoques teóricos tradicionales y resaltando la necesidad de un marco analítico más dinámico y flexible para entender la movilidad femenina en el siglo XXI.
En contraste, la propuesta teórico-metodológica de Pedone (2010), abordada desde el análisis de cadenas y redes migratorias, amplía la comprensión de las redes de apoyo al considerar su composición en el tiempo y al evidenciar la necesidad de estudiar tanto las estructuras familiares (cadenas) como los lazos ampliados (redes) entre amigos, conocidos y actores locales. De esta manera, la migración hondureña hacia España puede ser entendida como un proceso colectivo en el que confluyen múltiples generaciones y en el que se redefinen las relaciones de género y los roles generacionales conforme avanza el proyecto migratorio. Este enfoque ha sido esencial para comprender la perpetuación de los flujos migratorios, ya que las redes tienden a generar una “migración en cadena”, donde un migrante atrae a otros de su misma comunidad, creando vínculos sólidos entre los países de origen y destino (Massey et al., 1999).
En esta línea, el carácter diacrónico de la metodología propuesta por Pedone (2010) resulta clave para identificar cómo las redes de migrantes hondureños evolucionan según cambios políticos, variaciones en las políticas de frontera y en las condiciones económicas, tanto en el país de origen como en el de destino. Al mismo tiempo, dicha propuesta teórica ofrece parámetros para observar la reactivación de cadenas familiares y el surgimiento de nuevas conexiones según eventos coyunturales, como crisis económicas globales o el recrudecimiento de la violencia en Honduras.
Adicionalmente, Pedone (2010) destaca la importancia de contemplar las relaciones de poder dentro de las redes, pues hay momentos en los que ciertos actores ejercen control sobre el acceso a recursos, información o contactos, lo cual influye en la estructura de las redes de apoyo. Este rasgo de la teoría de redes es pertinente para explicar la manera en que algunos líderes comunitarios, asociaciones de migrantes o incluso agentes externos (intermediarios laborales) pueden afectar la formación y robustecimiento de las redes de apoyo entre migrantes hondureños.
Por consiguiente, la teoría histórico-estructural, junto con la visión de las redes y cadenas migratorias, se entrelazan para explicar las dinámicas de cambio que experimentan los migrantes hondureños. Asimismo, la inclusión de la dimensión de género delineada por D’Aubeterre Buznego (2002) permitirá explorar con mayor profundidad la composición de las redes y las posiciones que ocupan tanto mujeres como hombres hondureños en los contactos familiares y comunitarios, en consonancia con la intensificación y diversificación de las migraciones contempladas por Lacomba Vázquez (2002), y los mecanismos de cohesión, reciprocidad y tensión descritos por Alanís Enciso (2020).
Honduras ha experimentado diversas oleadas migratorias, tanto internas como externas. Los destinos más comunes han sido Estados Unidos y los países vecinos de Centroamérica. Sin embargo, en los últimos años han surgido nuevos destinos, como España y México. Este aumento de la población hondureña en el exterior ha generado implicaciones significativas, tanto económicas como sociales. Analizar las causas y consecuencias de la migración hacia España, identificando los factores socioeconómicos, políticos y culturales que impulsan este fenómeno, resulta crucial para abordar adecuadamente los retos que enfrenta esta población.
La Tabla 1 ilustra la evolución de la migración desde Honduras hacia diversos países a lo largo de tres décadas. Se observa un aumento en los flujos migratorios hacia destinos como Belice, Canadá, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua y España. Para Belice, el número de migrantes se ha mantenido estable, al igual que en Canadá. En contraste, en El Salvador se ha registrado una disminución, probablemente debido a su transición política, mientras que en Guatemala y Nicaragua se ha observado un incremento. Entre todos los destinos, destacan México y España. México actúa principalmente como un país de tránsito hacia Estados Unidos. Por su parte, España, como miembro de la Unión Europea, ofrece ventajas significativas para los migrantes, tales como el idioma común, políticas de inmigración más flexibles y mejores oportunidades laborales en Europa. Estos factores han posicionado a España como un destino preferido, demostrando que la migración también está influenciada por la evolución sociopolítica de cada país.
Tabla 1. Otros países destino de migración hondureña 1990-2019
Año |
Belice |
Canadá |
El Salvador |
Guatemala |
México |
Nicaragua |
España |
1990 |
2,764 |
2,202 |
15,774 |
4,768 |
1,990 |
10,105 |
1,169 |
1995 |
4,100 |
3,293 |
12,650 |
5,032 |
3,031 |
9,473 |
1,515 |
2000 |
5,436 |
4,462 |
9,525 |
5,295 |
4,203 |
10,017 |
2,515 |
2005 |
6,375 |
5,243 |
10,362 |
6,294 |
6,702 |
10,745 |
7,820 |
2010 |
7,313 |
5,805 |
11,198 |
7,292 |
9,980 |
11,534 |
26,902 |
2015 |
8,624 |
7,737 |
11,676 |
8,387 |
14,840 |
12,439 |
41,333 |
2019 |
9,463 |
8,291 |
11,834 |
8,608 |
15,300 |
13,057 |
57,764 |
Total |
44,075 |
37,033 |
83,019 |
45,676 |
56,046 |
77,370 |
139,018 |
Nota: Elaboración propia con datos de la Organización de las Naciones Unidas, 2019.
El estudio de Prunier (2022) subraya la necesidad de analizar los factores de expulsión de la migración, abordándola desde una perspectiva estructural, especialmente en relación con la violencia como causa de expulsión. Prunier conecta las historias de vida de los migrantes hondureños con dimensiones indirectas y estructurales relacionadas con la violencia, llegando a la conclusión de que existe una dicotomía entre la violencia personal y la violencia estructural, siendo esta última menos percibida pero igualmente relevante (Prunier, 2022). En este sentido, el aporte de Prunier es novedoso en su enfoque y llega a la conclusión de que existe una dicotomía entre el abordaje de la violencia de manera personal/directa y la estructural/indirecta, y esto incide en las causas de la migración: “La violencia directa objeto-sujeto (las dos siendo personas bien determinadas) se percibe y entiende desde el drama y se personaliza, mientras la violencia ejercida fuera de esta relación está construida desde la estructura” (Prunier, 2022: 413).
En una perspectiva similar, García Martínez (2022) aborda la migración desde una perspectiva crítica y estructuralista, examinando el contexto histórico en el que se producen estos movimientos. García Martínez (2022) plantea que el análisis de las migraciones debe trascender las decisiones individuales, al estar estas inmersas en una dinámica histórica más amplia. Concluye que mejorar las condiciones estructurales a través de políticas alternativas al capitalismo podría abordar las contradicciones sociales, contribuyendo a una mayor igualdad y libertad (García Martínez, 2022).
Una investigación reciente de gran relevancia es la de Sosa (2022), quien examina el caso de Honduras y las bases sociales de la migración, considerando la salida como una alternativa ante la crisis. Esta investigación es, en principio, bastante descriptiva, con un excelente resumen de datos sobre la migración hondureña, destacando cifras relevantes como el número de migrantes hacia Estados Unidos durante 2010-2021, que asciende a aproximadamente 1,775,286 personas (FOSDEH, 2022). Aunque este es un dato significativo, lo es aún más el rastreo y registro del impacto de la migración en las mujeres, evidenciado en cifras que muestran un incremento del 25.5 % en 2018 al 34 % en 2019 (OIM, 2020). Es importante señalar la aparición del enfoque de género que, aunque no es exclusivo del autor, representa una tendencia creciente en el análisis de la migración del siglo XXI. Sosa (2022) también hace un repaso del surgimiento de las caravanas de migrantes a partir de 2018, y aunque es un dato conocido, no se puede ignorar. Si bien el desempleo, la pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades, la exclusión social, la corrupción, la crisis política, la vulnerabilidad climática y la violencia son factores que impulsan la migración hondureña, estos no son suficientes para explicar el fenómeno social. Sosa indica que los factores causales no son suficientes para explicar la migración si no se diferencian y establecen relaciones entre ellos (Sosa, 2022).
Es importante señalar también que la modalidad de migración hondureña ha cambiado con el tiempo; muestra de ello son las caravanas que emergieron en 2018 como respuesta a la insostenible situación de migración ilegal y los altos niveles de inseguridad, ya que los migrantes asumieron que viajar en grupo les proporcionaba más seguridad. Sosa relata que la primera caravana se registró el 12 de octubre de 2018, y este hecho fue seguido y replicado por países vecinos como El Salvador y Guatemala.
Desde entonces, las caravanas han continuado y se mantienen hasta la fecha (Santos Ramírez, 2020 Sosa, 2022). Lo que llama la atención del artículo de Sosa es que, en ningún momento, señala de manera explícita el objetivo de la investigación ni la inscribe dentro de un enfoque o perspectiva teórica. Sin embargo, hay elementos en su estudio que indican que se asienta dentro de la perspectiva histórico-estructural, ya que considera que el fracaso de Honduras como país se refleja en las cifras de migración, pues “es el resultado de la destrucción de las bases sociales para una vida digna, de las malas democracias, de la ausencia de justicia y de Estado de derecho, y de gobiernos dictatoriales y corruptos”. “La desigualdad es producto de la concentración de la riqueza, del capitalismo salvaje y de las políticas neoliberales” (Sosa, 2022: 5). Estas categorías de análisis son propias de la perspectiva histórico-estructural.
En cuanto a las perspectivas de género, este es un tema relativamente reciente que surge en el debate público a raíz de la III Conferencia Mundial sobre las Mujeres (Naciones Unidas, 1985). Desde entonces, han abundado las investigaciones que han empleado dicho enfoque. Sin embargo, en el ámbito de las migraciones, estas han cobrado mayor fuerza durante el siglo XXI, especialmente por las razones que impulsan a las mujeres a migrar. Entre los estudios con perspectiva de género se encuentra Ortega (2015), quien parte de la idea de la “feminización de la migración”, señalando que las mujeres ya no migran junto a sus esposos ni por razones de reunificación familiar, sino que, al ser “proveedoras” de familia, sienten una gran responsabilidad sobre la manutención del grupo familiar.
En lo que se refiere a la migración femenina, Ortega (2015) sostiene que las mujeres migran cada vez más por motivos económicos y laborales, no solo en el contexto de la reunificación familiar. Ortega introduce una perspectiva de género y estructuralista al considerar cómo las lógicas del capitalismo afectan las decisiones migratorias, en particular en relación con las mujeres migrantes (Ortega, 2015). En el contexto de la presente revisión, es relevante destacar que la investigación de Ortega, aunque bajo una perspectiva de género, también se vincula con el enfoque estructuralista, en tanto considera que la economía dominante ha impuesto sus lógicas y códigos a la política y a los sistemas sociales (Ortega, 2015). Además, Ortega (2015: 16) sostiene que existe un fundamentalismo económico en el cual la vida se convierte en una mercancía y se evidencia “el carácter biocida del capitalismo heteropatriarcal”. De hecho, según una investigación de la OIM (2021), el 58 % de las mujeres optarían por utilizar coyotes, y un 29 % por cuenta propia. El 72 % de los encuestados afirma que se van por falta de oportunidades en el país, el 14 % por crímenes y violencia, un 5 % por oportunidades de empleo en EUA, el 2 % para dar un mejor futuro a su familia y el 5 % por problemas políticos. Entre los encuestados, el 62 % llegó hasta secundaria y el 27 % hasta primaria.
Otra investigación con un enfoque de género es la de García-Aguilar (2017), que, bajo el enfoque fenomenológico (investigación cualitativa), analiza las experiencias de mujeres centroamericanas que permanecen trabajando en la frontera sur de México. Su lenguaje tiene un fuerte contenido filosófico y reivindicativo del ser humano, al señalar que, por un lado, la migración de la mujer debe ser vista desde “el ser” y desde “el hacer”. Esto es, desde lo individual y desde lo colectivo. Por otro lado, la migración recupera el reconocimiento social del otro; el sentido de lo colectivo se hace más evidente, creando una sinergia, dándole a la investigación un enfoque más humanista para estudiar la migración (García-Aguilar, 2017).
Existen otros autores contemporáneos que se han dedicado por décadas al análisis de la migración en Centroamérica, entre los cuales se encuentran López Recinos (2013, 2020, 2021), Madueño Haon (2010) y Flores Fonseca (2012, 2014, 2016), entre otros. Estos autores han brindado explicaciones y aportes de suma importancia para el análisis de la migración hondureña hacia Estados Unidos y el papel de las mujeres. Entre los autores mencionados, Flores es uno de los que destaca por su prolífica producción académica sobre la migración hondureña. Este autor examinó las causas de la migración hondureña durante los años noventa y en la primera década del siglo XXI, como resultado de las políticas neoliberales que deprimieron sectores como el agrícola y generaron un gran número de jóvenes sin empleo, quienes percibieron la migración hacia Estados Unidos como una solución para enfrentar estos problemas (Flores Fonseca, 2012).
López Recinos (2007) analiza los elementos de atracción y expulsión de las migraciones de forma comparada entre Honduras y Estados Unidos, señalando que las crisis recurrentes en Honduras, la influencia de las redes sociales y la búsqueda de mejores salarios frente a condiciones de inseguridad, falta de vivienda y pobreza en el país de origen son los factores que siguen influyendo en el impulso de la migración. Más recientemente, bajo una perspectiva histórica y basada en datos estadísticos, analiza dos décadas, de 1990 a 2020, del éxodo hondureño y los nuevos escenarios que se plantean para la migración centroamericana (López Recinos, 2021). Este autor plantea que siguen haciendo falta investigaciones sobre la migración hondureña, pero que “la pobreza, los bajos salarios y la inflación, el desempleo, la falta de bienestar social, [y] la recesión económica son algunos de los problemas que producen una alteración en la sociedad [hondureña], [y en quienes] se ven obligados a abandonar su país” (López Recinos, 2020: 56).
Por otro lado, Durand (2022) señala que la pobreza y la falta de institucionalización de Honduras son factores que impulsan la migración. También observa cómo la nueva migración de hondureños no tiene entre sus objetivos volver al país, pues las condiciones de este no les garantizan seguridad ni mejoran sus condiciones de vida. En cuanto a la emigración hondureña, la falta de seguridad ha sido un factor muy importante que impulsa la migración, pues Honduras presenta una de las tasas de homicidio más altas del planeta, tal y como señaló el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el año 2022, cuando se registraron 46.3 asesinatos por cada 100,000 habitantes. Otro dato importante en Honduras son los desplazamientos provocados por la violencia generada por las pandillas, con más de 240,000 personas desplazadas, la mayoría mujeres, niñas y niños (Observatorio Nacional de la Violencia & Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad, 2023). En cualquier caso, es necesario señalar que, lejos de tener una razón única, la causa de la migración hondureña es multifactorial (Sosa, 2022), teniendo una fuerte base social y económica. Así pues, según datos del Institucional Nacional de Estadística de Honduras (INE), los hondureños enfrentan problemas de empleo, tales como: informalización, precarización (un 64 % de los asalariados no cuenta con seguridad social), subempleo y el desempleo abierto, que en 2021 llegó al 8.6 % (INE, 2021). Por otro lado, la población hondureña se ve obligada a desplazarse como consecuencia de actividades extractivistas como la minería e hidroeléctricas. En suma, los estudios revisados sugieren que la migración hondureña es un fenómeno multifacético, en el que influyen factores estructurales, históricos y sociales. Además, se observa un incremento en el enfoque de género dentro de las investigaciones sobre migración, especialmente en lo que respecta a las razones que impulsan a las mujeres a migrar.
La migración hondureña es un fenómeno complejo. En las últimas décadas, ha aumentado la presencia de hondureños en el exterior. Este aumento es el resultado de la interacción de factores estructurales y sociales. En tal sentido, las teorías histórico-estructuralista y de redes nos permiten analizar el fenómeno migratorio desde sus causas estructurales y desde las redes de apoyo social. En concreto, la teoría histórico-estructuralista analiza las causas estructurales que originan las migraciones: la desigualdad económica, política y social, agravada por el capitalismo global. En cuanto al caso de Honduras, la pobreza, la violencia, la corrupción y la falta de oportunidades han obligado a miles de hondureños a buscar mejores condiciones de vida en el extranjero. Estos factores estructurales no solo afectan a los individuos, sino también a las comunidades y a la estructura social del país.
La globalización ha jugado un papel clave en la configuración de los flujos migratorios, intensificando y diversificando las rutas y formas de organización de los migrantes. La liberalización económica y la expansión de los mercados han generado desigualdades y obligado a grandes sectores de la población hondureña a desplazarse a otras áreas. En este contexto, las redes migratorias se convierten en una herramienta fundamental para facilitar el proceso migratorio, proporcionando soporte social, emocional y económico a los migrantes.
Por su parte, las redes migratorias no solo facilitan el flujo de personas, sino también la transmisión de capital social y económico entre las comunidades de origen y de destino. En muchos casos, estas redes incluyen no solo familiares y amigos, sino también organizaciones comunitarias y religiosas que apoyan a los migrantes en su adaptación al nuevo entorno. La existencia de cadenas migratorias traza una serie de relaciones que se fortalecen con el paso del tiempo y terminan influyendo en las migraciones, consolidando el fenómeno. Asimismo, permiten abordar la experiencia de los migrantes hondureños en el proceso migratorio; estas redes, compuestas por vínculos familiares, de amistad y comunitarios, actúan como instrumentos de soporte que atemperan los riesgos y costos de la migración. Por un lado, proveen información y, por otro, facilitan una serie de contactos laborales y rearticulan los canales interpersonales que brindan apoyo a los migrantes.
Por tanto, la migración hondureña no es un fenómeno simple. Al analizarlo tanto como resultado de un proceso histórico-estructural como de redes de apoyo social, podemos comprenderlo en toda su complejidad. Así pues, el análisis del fenómeno migratorio hondureño requiere de una mirada integrada de las condiciones socioeconómicas, culturales y políticas que afectan la génesis y reorganización de las redes de apoyo social en la población. Las redes migratorias son espacios de supervivencia, pero también de forjamiento de identidades colectivas, de intercambio de información estratégica para la inserción laboral y social, y de construcción de estrategias para enfrentar la inequidad tanto en el país de origen como en el de destino.
En definitiva, la migración hondureña se da a partir del entramado de condiciones estructurales y redes migratorias que la moderan. La aplicación de la teoría estructuralista y la teoría de redes permite comprender las dinámicas migratorias y sus consecuencias, y proporciona una base sólida para la formulación y diseño de políticas que remedien sus causas.
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